«Eran alrededor de las 20h del 4 de septiembre de 2017 y algunos nos encontrábamos en Tartu, Estonia. Después de haber tomado un par de aviones y unos cuantos autobuses, estaba a punto de terminar nuestra odisea hacia Taevaskoja para casi todas nosotras. Desafortunadamente, otra pequeña parte del grupo aún le quedaba camino, pues el tiempo y las circunstancias personales le obligaron a tomar una ruta alternativa haciendo paso por Moscú. Así es cómo podríamos definir el comienzo de nuestra aventura del Youth Exchange que tuvimos la oportunidad de vivir y disfrutar gracias a Jarit Asociación Civil, entre otras personas y organizaciones que lo hicieron posible.
Los Youth Exchange son programas de intercambio culturales financiados por la Union Europea a través del programa Erasmus+. En este tipo de encuentros, los participantes son jóvenes de distintos países que se reúnen en un entorno generalmente rural para debatir sobre un tema de importancia para la juventud europea. Por nuestra experiencia, podemos decir que resulta una dinámica bastante potente a la hora de enriquecer y abrir las mentes de las personas que tienen la suerte de participar en este tipo de intercambios. El tema en el que se centraba nuestro Youth Exchange se titulaba “Sport unites, racism divides”; es decir, el deporte une, el racismo divide.
En los 10 días que duró el proyecto convivimos con gente de Turquía, Bulgaria, Chipre, Grecia, Italia, y por supuesto Estonia, teniendo la oportunidad de debatir en torno al racismo y los prejuicios que tenemos todas y cada uno de nosotras, porque aunque no sean racistas, los prejuicios siempre están presentes en todas las personas, y sacarlos a la luz y hablar abiertamente sobre ellos nos ayuda a todas a superarlos. Esto nos ayudó a comprender mejor los distintos puntos de vista que se tiene del racismo en las diversas zonas de Europa. Se debatió sobre nacionalismos, racismo hacia la gente de color, islamofobia y minorías étnicas como la romaní. Durante este proceso siempre se trataba de buscar un desarrollo de la empatía y el acercamiento entre culturas a través del deporte; cosa que sí que pudimos comprobar en distintas actividades, pues cuando alguien practica deporte al lado de otra persona, esa persona se convierte en su igual y en su compañera, al margen de etnias, opiniones políticas, visiones distintas del mundo o simples enfados puntuales. También debatimos sobre el prejuicio y descubrimos que todas, en mayor o menor medida tenemos prejuicios y los usamos, llegando incluso a defenderlos por encima de cualquier lógica y siendo capaces de llegar al enfrentamiento, pero que nadie nace prejuicioso ni racista, sino que es la misma sociedad la que crea estos prejuicios y se encarga de reproducirlos en las siguientes generaciones.
Al margen de las actividades, que por supuesto son el principal pilar del viaje y una adquisición de conocimiento vital para todo el mundo, viajar en sí ya es una experiencia enriquecedora, y si lo compartes con gente de distintas zonas más todavía si cabe. En este viaje pudimos compartir experiencias con gente de distintos lugares y hacer grandes amistades a miles de kilómetros de nuestros hogares, cosa que no se puede hacer todos los días. Esas casi 2 semanas fueron un cúmulo de sensaciones de todo tipo, desde cariño y amistad hasta tensión en distintos ámbitos, pues cuando se debate tanto siempre saltan algunas chispas; no obstante todas y cada una de esas sensaciones son positivas y nutren nuestra inteligencia emocional haciéndonos mejor personas y ayudándonos a desarrollar nuestra manera de desenvolvernos en entornos y gente nueva, así que el miedo debe quedar a un lado.
Por último, también queremos agradecer a Jarit Asociación Civil, Erasmus+, Estonian National Agency (SANA) y Noorte Ettevötlikkuse Arendamise Ühing (NEA MTÜ) por haber hecho posible este proyecto. Aquí os dejamos los enlaces de los vídeos que pudimos hacer para difundir nuestra experiencia, y recordad: ningún ser humano nace racista.»
Lucas, Mireia, Jose y Hanane